12. Ciencia, tecnología y sociedad_Tarea 6




Los tiempos de la democracia son reducidos, determinados por los ciclos electorales, por lo que no reconocemos derechos o una voz representativa a las generaciones futuras. ¿Es posible desarrollar el pensamiento de catedral en el marco democrático? ¿Puede la democracia producir al buen ancestro?


La cuestión del buen ancestro implica la idea según la cual lo que hacemos AHORA va a tener unas repercusiones en el DESPUÉS, lo cual se traduce en la necesidad de pensar no solo en soluciones veloces, sino en el desarrollo de estrategias que vayan más allá de unos pocos años. Significa, en otras palabras, que la manera de actuar no puede limitarse a la puesta en marcha de soluciones a breve plazo, sino que necesitan ser pensadas en relación con las generaciones futuras, no solo las que están creciendo en este momento, sino (o quizás sobre todo) las que todavía no existen, como los nietos de nuestros nietos. El problema de este querer pensar en el futuro, nos relata Roman Krznaric, es que parece tener pocas conexiones con el proceso y la estructura de las democracias; en otras palabras, el problema sería el de tener los políticos al mando una vida muy breve (los presidentes americanos, por ejemplos, tiene una vida política de cuatro u ocho años, no más). Una respuesta es la de pensar que proyectos más largos solo pueden funcionar en estructuras políticas autoritarias, con un jefe “inmortal”, solución, esta, que Roman Krznaric rechaza rotundamente. De todas formas, la razón por la cual en realidad la democracia puede desarrollar lo que se define bajo el nombre de pensamiento de catedral podría no ser la que nos propone Krznaric, sino, desde mi punto de vista, la estructura misma de la democracia, su manera de ser. La cuestión, de hecho, es que pensar en el futuro ES parte del proceso y de la estructura de la democracia: el error es pensar en “el jefe” (el presidente), cuando, en realidad, son los partidos (y quienes los votan) los que más tendrían que interesarnos. Son ellos los que una vida casi “inmortal” tienen y en una sociedad sana, en una democracia capaz de funcionar, ellos no juegan con la idea de crear soluciones para el AHORA, sino que intentan construir las bases para el mañana. La democracia misma, en otras palabras, es el mejor contexto para el pensamiento futuro: la idea del leader carismático, entonces, se basa en un uso errado de la democracia, o sea no el dominio de la razón, sino en el del sentimiento irracional. Hay que notar, además, que también en aquellos casos en los que el leader carismático gana lo hace porque seguimos en el pensamiento de catedral: los que votan a los xenófobos o a los homófobos, por ejemplo, no lo hacen porque quieren una solución temporal, sino porque quiere que su mundo se estructure según sus deseos PARA SIEMPRE. El problema no es la idea de ciclos electorales, sino la de pensar que las generaciones futuras van a tener nuestros mismos pensamientos, por lo cual se vota a los que nos ofrecen soluciones AHORA para un FUTURO que va a ser siempre igual. Lo que sí resulta necesario, entonces, es educar a la población al pensamiento crítico y a reconocer cómo las generaciones futuras podrían tener ideas diferentes, ya que esto es parte de la evolución de las culturas. O, en otras palabras, la cuestión no es enseñar a pensar en el futuro, sino en mostrar cómo a veces el futuro puede cambiar.  

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