11. Ciencia y Género_Tarea 1

Uno de los problemas con los que cada actor social tiene que luchar es la cuestión de la expectativas y de los conceptos que se van creando a lo largo de la mezcla del legado de nuestras culturas y nuestras historias. Se trata, en palabras más llanas, de lo que se supone que “tenemos que ser” y lo que “efectivamente somos”: por un lado se establece una serie de patrones culturales y por el otro se levanta el valor individual de cada persona. No se trata, obviamente, de negar la existencia de unas estructuras mentales y (bio)sociales, sino de notar cómo las expectativas que nos rodean y que moldean nuestra visión del mundo (expectativas que nos dicen qué hay que esperar del mundo y cómo interpretarlo) a veces pueden basarse en presupuestos errados y que, en el marco de una cultura como la nuestra que quiere luchar por la libertad del individuo (dentro los límites de lo aceptable, por supuesto), hay que deconstruirlas y reinterpretarlas para que mejor se ajusten al concepto de lo real y lo verdadero. Es así, entonces, que entre los problemas que nos muestran las dos científicas lo que quizás más pueda resultar(me) más interesante es la cuestión de verse negado un regalo como una Nintendo64 porque “no es cosa de niña”: se trata de negarle a una persona su mismo ser, su voluntad de dejarse llevar no por imposiciones externas de comportamientos sino por la curiosidad interna, la que más que ver tiene con lo que efectivamente somos. Aquella Nintendo64 sale del marco de la experiencia personal, individual, y se inserta en un discurso más amplio que deja por un lado el valor del “objeto en sí”, sino que, clara y rotundamente, pone de manifiesto cómo son a veces los pequeños elementos, los que definimos casi como inocentes, que pueden llevar a tener una consideración u otra de nuestro rol en cuanto miembros de la sociedad.  

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