10. Introducción a historia de la Tierra y de la vida_Tarea 4.1



A) ¿A qué llamamos código genético?


El código genético es un grupo de instrucciones con las que una célula puede producir proteínas. Este código se basa en una combinación de tres letras de los codones; las letras serían A (adenina), T (timina), G (guanina) y C (citosina), las cuales constituyen las bases nucleótidas del ADN. El número de combinaciones es 64, sin embargo para la codificación de aminoácidos solo tenemos 61.

Todo ser vivo tiene el mismo código genético, lo cual demostraría el  hecho de descender de un mismo elemento primordial, un desarrollo que habría tenido lugar a través de mutaciones y durante milenios (véase Dawkins y su The Selfish Gene).   


https://www.genome.gov/genetics-glossary/Genetic-Code 

https://www.nature.com/scitable/definition/genetic-code-13/ 

https://www.ncbi.nlm.nih.gov/Class/MLACourse/Original8Hour/Genetics/geneticcode.html 



B) ¿Qué conclusiones se pueden extraer del hecho de que todos los seres vivos tengamos el mismo código genético?


El hecho de compartir un elemento entre diferentes miembros de la misma familia implica una relación muy estrecha. El color de mis ojos, por ejemplo, es diferentes del de mi dos abuelos por parte de mi padre, de mi abuela por parte de mi madre, sin embargo se debe a mi abuelo por parte de mi madre. Relaciones de este tipo nos desvelan cómo hay una secuencia precisa que lleva a determinados resultados: el susodicho color de mis ojos, entonces, demuestra que entre yo y mi abuelo hay una relación directa (mediada por mi madre), mientras que la forma de mis ojos es la misma de mi padre, quien la obtuvo de uno de sus padres, y así para volver hasta un pasado del que nadie ya sabe mucho.

No hay, entonces, problemas cuando tenemos que afirmar que la totalidad de nuestro cuerpo se basa en una mezcla genética proviene de nuestros padres, quienes nos “donan” determinadas características (sin olvidar que obviamente, por cuestiones naturales, la variación no puede ser descartada). Las afinidades exteriores entre miembros de la misma especie pueden así ayudarnos a definir los límites de la especie misma: los seres humanos formamos parte de un conjunto preciso por el hecho de compartir determinadas características, y lo mismo funciona con los animales, las plantas, y mucho más. Es, subrayamos, un primer contacto con la idea de catalogar los seres vivos según patrones que se reproducen sensorialmente (efectivamente, podemos “ver” las diferencias y los parecidos).

Diferente es la cuestión de lo invisible, lo que se esconde dentro de cada uno: no nos referimos a los órganos, sino al código genético que todo ser vivo comparte. Si es correcto definir una familia humana en relación con las características que comparten  sus miembros (color de los ojos, forma de la nariz, etc.), sería también correcto definir los seres vivos como parte de una única gran familia que desciende de un único elemento primordial. El hecho de compartir el mismo código genético implica la existencia de una relación entre cada uno de nosotros (y no hablamos aquí de un “nosotros” humano, sino de todo el conjunto de seres vivos).

Las cuestiones de carácter ético quizás poca importancia tengan. El hecho de compartir mi código con un zorro no tiene como consecuencia un cambio radical en la manera de tratarlo como animal que puede matarme a mis gallinas. Si así fuera tendríamos que abstenernos de cualquier relación sexual entre nosotros ya que, efectivamente, somos todos parientes (la endogamia es algo que rechazamos por cuestiones quizás no solo culturales).

El resultado de una reflexión sobre el hecho de compartir el código genético, entonces, sería la de reconocer el lento pero inexorable camino de la vida en nuestro planeta (nótese que no se quiere mitificar la vida, ya que su existencia o menos nada cambia en el conjunto del universo o tan solo de la conformación de nuestro planeta, que puede existir tanto con como sin nosotros). Todos somos descendientes de un elemento que logró reproducirse (mejor quizás sería decir clonarse – véase The Selfish Gene de Dawkins) y, a través de los milenios, producir elementos más complejos, hasta aquellas diferenciaciones que vemos hoy en día alrededor de nosotros.

Técnicamente todo esto implica también una lectura de nuestro pasado que se deshace de cualquier interpretación divina o, por lo menos, que implica la inconsistencia de las lecturas religiosas: lo que vemos no fue “creado” así como es, sino que es el resultado de un largo desarrollo. El hecho de compartir nuestro código, en otras palabras, es otra demostración de la bondad de la teoría de la evolución de Darwin. El significado de este compartir, entonces, nos lleva a tener una visión más correcta de nuestra historia y de la relación efectiva, concreta, que reverbera entre todos nosotros los seres vivos y que, por esta razón, nos ofrece una visión más interrelacionada de nuestros cuerpos, de nuestra constitución genética (de la que, no olvidemos, dependen nuestras mentes, nuestros mismos “yo”).


https://www.businessinsider.com/comparing-genetic-similarity-between-humans-and-other-things-2016-5?r=US&IR=T 

https://www.thetech.org/ask-a-geneticist/ask309 

https://dnalc.cshl.edu/view/16833-Concept-40-Living-things-share-common-genes-.html 

https://humanorigins.si.edu/evidence/genetics 

https://www.youtube.com/watch?v=GRm__SOzz6c 

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