03. Introducción a la Historia de la Ciencia_Tarea 7

Historia Magistra Scientiae



A veces no bien entendido, quizás por causas que forman parte de nuestra cultura o, mejor dicho, de nuestra cultura didáctica (me refiero, por ejemplo, al concepto de historia como narración de guerra, de grandes dinastías, etc.), el concepto de historia pone en marcha una serie de análisis diferentes no tanto en su estructura (el cómo) sino en relación con el objeto de interés (el qué). Se habla, entonces, de una supuesta historia de la humanidad (que muy poco tiene que ver con la historia de la tierra, de nuestra galaxia, o hasta del universo, por lo menos desde un punto de vista de impacto global y de período temporal) que se des-estructura en una serie de niveles no solo inferiores (visión vertical) sino también igualitarios (visión horizontal), lo cual se determina según el punto de vista que tomemos y el objeto de nuestra curiosidad.(1)

La ciencia, o mejor dicho las ciencias, formarían parte, entonces, de una doble vertiente de carácter histórico: por un lado la historia de la ciencia, con sus mecanismos internos y con su misma gramática, y por el otro la historia de cómo la ciencia ha ido impactando sobre la sociedad humana, llevando así a cabo la demostración de que este tipo de conocimiento humano tiene sus consecuencias (normalmente “progresivas”) en el supuesto camino casi teleológico hacia la cima más alta (quizás inalcanzable o inexistente)  del desarrollo de la humanidad en su totalidad.

El estudio de la ciencia desde un punto de vista histórico, entonces, según lo que hemos ido analizando, supondría la caída de aquellos elementos fijos que se insertan en (y que crean) un discurso de progreso, entendido aquí no tanto como un simple cambio, sino EL cambio hacia LO MEJOR. El progreso, en otras palabras, sería una simple imagen falsa, irreal, detrás de la que se escondería el ángel de Walter Benjamin (todo esto, además, nos llevaría a tener en consideración que la visión hegeliana de la historia, después reelaborada por Marx, es ella también una mentira, algo que nos hace volver, conceptualmente, al desengaño del Barroco).

La historia, o sea el análisis de los eventos, nos pondría delante de lo que se define con el nombre de VERDAD, en el significado de hechos reales, despojados de cualquier tipo de lectura (el bias inglés) ideológica. Se analiza lo que realmente ha sucedido, y de allí se hace un análisis según unos cánones de interpretación lo más objetivos posibles. El resultado, según lo que hemos visto, no es la pérdida total de una visión de “progreso”, sino, más bien, una complicación de los hechos hasta la creación de una red interdependiente en la que los “saltos hacia adelante” se unen a los “saltos hacia atrás”, dejando así claro como el simple movimiento desde el punto A hacia el punto B en una visión lineal sería de por sí un error interpretativo nuestro debido a una lectura errata.

El estudio histórico de la ciencia, entonces, nos ayudaría a tener presente los siguientes puntos:


a) La visión lineal es errada. No nos movemos de un punto a otro en una escala vertical (de lo inferior a lo superior), sino que estaríamos ante una red (tridimensional, también horizontal) en la que se insertan y se alejan diferentes puntos de vista, lecturas, interpretaciones y desarrollos por parte de diferentes científicos en conexión con el mismo tema (lo que se estudia y cómo es estudiado, así como a qué tipo de resultados interpretativos lleva)


b) La idea de un único científico genial es errada. En realidad, como nos enseña la historia, llegar a un resultado es un proceso muy largo de carácter vertical y horizontal. En el primer caso, se trata de estudiar la genealogía de una idea a través del paso del tiempo, llegando así a tener una visión más correcta de cómo hemos llegado hasta el momento X. En el segundo caso, el horizontal, se nos pide que tengamos en cuenta también el análisis de la contemporaneidad del “científico genial”, para así controlar el tipo de contexto (léase los otros científicos con los que tenía que colaborar directa e indirectamente) en el que se encontraba durante los años de investigación.


c) La idea de la ciencia en tanto elemento a-histórico es errada. En realidad la ciencia es un elemento social, parte de la cultura del ser humano y, por esta razón, analizable desde un punto de vista de correlaciones estructurales. En otras palabras, el estudio de la historia de la ciencia pone de manifiesto la conexión de la ciencia con la sociedad, lo cual permite analizar cómo determinadas investigaciones científicas forman parte de un discurso cultural que se inserta en un discurso histórico más grande. Por ejemplo, la revolución industrial y las descubiertas científicas de esta época se deben a cambios en la sociedad analizables desde un punto de vista histórico (la respuesta a cómo hemos llegado hasta aquí).


En resumen, el análisis de la ciencia desde un punto de vista histórico nos permitiría tener una visión más correcta del elemento “ciencia” y ayudarnos así a llevar a cabo un análisis también contemporáneo de cómo efectivamente se estructuran las descubiertas en este ámbito.    


(1) Me refiero con lo vertical al cambio histórico del paso temporal, como puede ser el análisis del siglo XX partiendo desde 1901 hasta el año 2000, mientras que lo horizontal analizaría un momento histórico delimitado (por ejemplo 1989) desde diferentes puntos de vista (1989 en Alemania, 1989 en los Estados Unidos, etc.) para crear un cuadro comparativo. Los dos aspectos, obviamente, son flexibles y pueden mezclarse con mayor o menos fuerza.

En lo que al “qué” y al “cómo” se refiere, con el segundo término me refiero a la manera de acercarse a la historia, en el sentido de hacer un análisis de carácter temporal, mientras que el primer término se basaría, según mis lecturas de Bloch, en la elección del tema del que hablar desde un punto de vista histórico. En otras palabras, en el “qué” se pueden desde los temas más clásicos, como las batallas, hasta los quizás más interesantes, como la situación de la mujer, la relación de la enseñanza obligatoria y la sociedad, o, en nuestro caso, las ciencias. 


Comentario personal :


Esta visión de la historia de la ciencia en tanto camino no lineal serviría, entonces, como punto de partida para una lectura más real de la(s) ciencia(s) misma(s). Desafortunadamente, opino que una lectura de este tipo resulta ella misma no correcta o, mejor dicho, no ayuda a poner en marcha un análisis profundo del concepto “ciencia” en tanto producto histórico. 

El hecho de no seguir una linealidad pura, limpia, no implica de por sí que haya una falta de movimiento general hacia un mejoramiento. Es sabido que, antes de presentar un producto final, es necesario pasar por una serie de cambios en el desarrollo que implican la adaptación a los conocimientos, a las descubiertas y a las herramientas disponibles. El problema no está en el camino, sino en el valor del producto final, con el cual es posible medir qué tipo de cambio ha habido lugar en la relación entre conocimientos precedentes y conocimientos actuales. 

En otras palabras, el hecho de aceptar la falta de un micro-progreso no implica la falta de un macro-progreso. Poner el acento en los intentos, a veces fracasos, que han llevado a una situación, con sus idas y vueltas, con sus fallos, con sus errores y, a veces, con sus batallas ideológicas, no puede impedirnos ver que, en su estructura global, sí hay un progreso que se basa en los principios mismos de la ciencia, o sea en su estructura de investigación y de discurso abierto al cambio cuyo objetivo es la obtención de una lectura correcta de la realidad que nos rodea. 

Se trata, entonces, de seguir proponiendo el elemento de progreso, de carácter lineal, sí, pero sin aquel optimismo ciego que oscurece la lectura de los hechos de por sí. Entiendo bien que una lectura de este tipo puede ser tanto aceptada como rechazada según los puntos de vista: ¿tenía razón Benjamin, con el ángel de la historia, o tenía razón Hegel (y después Marx, de quien no comparto la mayoría de las ideas) con su Geist ideal casi teleológico? Me resulta difícil pensar que, efectivamente, no hay progreso en las ciencias, ya que el progreso forma parte, como concepto, de estos conocimientos humanos (algo muy antropocéntrico, me doy cuenta), sin embargo, siguiendo parte de lo que he ido escribiendo en estos textos, reconozco mi aceptar la forma mentis de Lakatos más que la de Feyerabend, con su “mientras funcione”. Podría ser algo de carácter personal, pero esto es ya, de por sí, un elemento natural del cual partir para controlar, según el método científico, si tengo razón o si tendré que cambiar mi opinión ante los hechos reales.

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