10. Introducción a historia de la Tierra y de la vida_Tarea 3


La Luna es el único satélite de nuestro planeta. Durante la historia ha ejercido muchos efectos sobre el imaginario humano: desde poemas (Shelley, Dickinson, Plath, y muchos otros, sin olvidar a Lorca, a Borges o a Benedetti) hasta cuentos como la épica moderna del italiano Ariosto con su Orlando y la búsqueda de la razón (el “senno”) perdida del caballero por parte de Astolfo, sin olvidar la primera gran película de ficción (podríamos intentar tener un poco de atrevimiento y llamarla “ciencia ficción”) que fue el Voyage de Meliés. Existen también ideas pseudocientíficas o tan solo de charlatanes en relación con los efectos de la luna, como la idea según la cual cortarse el pelo en determinados momentos llevaría a que nuestro satélite tuviera efectos propicios (el pelo crece más rápido, el pelo crece más lentamente, etc.). Y, en todo esto, no podemos deshacernos de una expresión tan corriente como “ser lunático”, que pone de manifiesto nuestra manera de interpretar el carácter de una persona (o tan solo sus problemas psíquicos) con la naturaleza que nos rodea o que miramos por las noches cuando el cielo está despejado.

Por supuesto la lectura científica de la relación Tierra-Luna nos presenta una serie de mecanismos de interrelaciones, y, si bien no hay hombres que se transmutan en lobos cuando la esfera se presenta en su entereza, sí es correcto afirmar que el satélite tiene una serie de efectos sobre nuestro planeta. El más conocido quizás sea la relación agua-Luna, o, en otras palabras, cómo la Luna influencia las mareas; los lagos, los mares y, sobre todo, los océanos experimentan unos movimientos de sus aguas debido a la fuerza gravitacional del satélite. La Luna atrae las aguas de la parte de la Tierra con la que se encuentra en relación directa y por esta razón las de aquella parte “suben”, así como las de la parte posterior “bajan”, lo cual lleva a poder hablar de “mareas” (el Sol también tiene su fuerza gravitacional sobre la aguas, sin embargo la distancia disminuye su alcance).

Otro elemento se inserta en la cuestión de la luz. La Luna, como sabemos, no tiene luz propia, sin embargo refleja la del Sol y esto implica que funcione como un espejo y, por ende, aumente la luminosidad nocturna. Es posible poner a prueba este factor si nos alejamos de las ciudades, con sus luces postizas, y, rodeados por la calma del campo, nos asomamos a la ventana y controlamos cómo la Luna aumenta o disminuye (con su mayor o menos presencia) la posibilidad de vislumbrar los elementos naturales (o menos) que nos rodean. Una consecuencia lógica es la de tener un mayor número de “víctimas” durante las noches con más luminosidad, ya que los animales depredadores (lobos, zorros, etc.) tendrían más ventajas a la hora de usar sus ojos y moverse por la no-oscuridad.

Otros dos elementos se refieren a la manera de vivir el tiempo y su paso. Efectivamente se deben a la Luna la presencia de estaciones estables, debido a que permite mantener el eje terrestre a 23.5 grados, así como de tener una estabilidad en lo que a la duración de un día se refiere. En otras palabras, la presencia de la Luna permite, gracias a su fuerza gravitacional, tener un total de (más o menos) 24 horas en relación con su vuelta. Teóricamente, antes de la formación completa de la Luna, un día tenía una duración de 21/22 horas. El resultado de todo esto es que, si bien no nos damos cuenta, nuestra manera de catalogar el tiempo (en horas y estaciones) se debe a la presencia de nuestro satélite. 

Resulta interesante, entonces, notar qué pasaría si la Luna desapareciera:


a) Las noches serían más oscuras 

b) Habría un cambio climático más fuerte

c) Habría un cambio en las mareas (solo experimentarían la fuerza gravitacional del Sol)

d) Nuestros días cambiarían, de estar compuestos por 24 horas (más o menos) a tener unas 21/22


En lo que a los ciclos de Milankovitch se refiere, podemos afirmar lo siguiente: cuando hablamos de estos ciclos, hablamos de “cambios periódicos en las características orbitales de un planeta” (véase link), lo cual, en palabras más llanas, se traduce en los efectos del movimiento terrestre sobre su clima (los científicos relacionan estos ciclos con las eras glaciales y períodos interglaciales más cálidos). La relación de la Luna con estos ciclos se inserta así en la cuestión de la precesión: se trataría de la función de la Luna en disminuir la variación del ciclo que se cumple cada 25’771,5 años (en palabras más llanas, se mantiene una especie de estabilidad en relación con el clima y las estaciones y según las diferentes zonas de la Tierra). Efectivamente, según los científicos Peter Ward y Donald Brownie (link) es la presencia de la Luna, con su estabilización de la preseción de la Tierra, la que ha permitido y sigue permitiendo la presencia de la vida (se trata, de todas formas, de una conclusión que todavía necesita una mayor investigación). 

 


Link :  https://www.lpi.usra.edu/education/explore/marvelMoon/background/moon-influence/ 

https://www.space.com/55-earths-moon-formation-composition-and-orbit.html 

https://www.iop.org/explore-physics/moon/how-does-moon-affect-earth#gref 

https://solarsystem.nasa.gov/moons/earths-moon/in-depth/ 

https://nuestroclima.com/la-luna-se-esta-alejando-de-la-tierra/ 

https://www.space.com/milankovitch-cycles 

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