07. Conocimiento y valores_Tarea 3


Según lo que nos relata McIntyre, es posible definir dos grandes categorías de “enemigos de la ciencia” (además de los que la rechazan absoluta y completamente, podríamos decir): se trata de los negacionistas y de los pseudocientíficos. Esta distinción entre los dos se debe a que:


a) lo negacionistas rechazan los datos de la ciencia que podríamos llamar oficial

b) los psudocientíficos proponen modelos de lectura e interpretación de determinados fenómenos que parecen brotar de una investigación de carácter científico pero que, en realidad, se insertan en un discurso que rechaza lo que podríamos definir los buenos modales de la cultura científica


Las bases sobre las que McIntyre se apoya para definir las dos categorías parten no tanto del reconocimiento de una falta de lógica y de racionalidad, sino del uso incorrecto de las informaciones y de cómo en ambos casos el problema es también de carácter cultural y psicológico: los negacionistas y los pseudocientíficos no se verían aptos para rechazar sus propias ideas ante la presencia de datos que las desmienten, lo cual implica el juego de la ideología.

Es, efectivamente, la cuestión ideológica un problema de muy gran tamaño. Si es correcto afirmar que en el campo de la ciencia no podemos presumir haber llegado a la “verdad” (lo cual no implica que no la hayamos alcanzado) y que siempre es posible y necesario ponerse ante las cuestiones de las investigaciones con un punto de vista más abierto (piénsese en el caso de Bretz), en el caso de la pseudociencia y de los negacionistas estamos más bien ante un juego retórico que disfraza de “escepticismo” lo que en realidad es solo la voluntad de que nuestra idea sea aceptada como si de un dogma se tratara (lo cual implica no estar dispuestos a aceptar no tanto la bondad sino tan solo la existencia de otras hipótesis basadas – cuestión fundamental – en valores epistemológicos compartidos).

Ejemplos del mal uso de la ciencia son, por ejemplo, el negacionismo climático o su versión menos tajante como el “sí, el clima cambia, pero la culpa no es de los humanos, sino de eventos naturales”. Aquí intervienen diferentes razones de las que McIntyre nos habla, como pueden ser los mecanismos de defensa de las grandes corporaciones (otro ejemplo que cita es el del tabaco) o tan solo la idea de pensar ser uno de los pocos en tener la verdad (el síndrome de “el elegido/la elegida” y de “no sigo a la muchedumbre, soy como Galileo”). Un ejemplo de psueodciencia es, por su parte, el intelligent design, que propone una lectura alternativa al evolucionismo y que se inserta en la intención de salvar las enseñanzas religiosas.

He aquí un ejemplo quizás divertido de un uso incorrecto de la ciencia que pone de relieve cómo resulta fácil dejarse llevar por “emociones”: link. Es un caso muy interesante ya que se basa en algo que atañe a casi la mayoría de las personas mayores, sobre todo a los hombres. Se trata de una posible cura de la calvicie, la cual es presentada de manera demasiado superficial. Si vamos a controlar, por ejemplo, la persona que nos está ofreciendo esta cura milagrosa tiene “ eight years of experience in health and wellness sector”, lo cual no significa nada, ya que son datos demasiado superficiales, así como el hecho de tener un Bachelor y un Máster (falacia de autoridad); nótese, además, que si el BsC es en biología, del máster no sabemos nada.

De todas formas, hasta aquí no tenemos muchas razones por pensar que estamos ante un “vendedor de humo”. Tenemos sí la necesidad de dudar, pero esto no puede permitirnos cerrar la puerta a nuestro investigador. El juego estaría en que él afirma haber encontrado la posible cura de la calvicie debida al COVID. Es aquí, entonces, que podemos ver cómo efectivamente estamos ante una mala práctica científica o, mejor dicho, la posibilidad de estar ante un caso de pseudociencia. Efectivamente, Apaar Gupta sostiene haber perdido su pelo por una infección y haber después intentado encontrar un cura. El problema es que es normal, después de haber contraído el Covid, que aparezca lo que se define como “shedding”, o sea un debilitamiento del pelo (link). Lo que esto implica es que, efectivamente, si la cura de Apaar funciona, esto quizás se deba a que es natural que el pelo vuelva a crecer después de algún tiempo. 

Todo esto, obviamente, no implica que la cura de Apaar sea total y completamente falsa. Sin embargo, es interesante notar que una búsqueda con google no nos presenta muchos datos (por no decir ninguno) sobre Apaar, y, como todo debunker sabe, la falta de un estudio científico con peer review y datos reales, resultados de diferentes investigaciones y experimentos, implica que probablemente se trate de (a) una noticia falsa o (b) una noticia pseudocientífica. Nótese, además, que en artículo se habla de resultados “excelentes”, sin darnos una lectura precisa desde un punto de vista cuantitativo o cualitativo. No hay, dicho de otra manera, ningún tipo de datos reales sobre los que poder basar nuestra lectura; si aceptamos positivamente esta noticia, quizás esto se deba solo a cuestione personales, emotivas, ya que nada nos permite producir un juicio racional, lógico.

Ejemplos de mala ciencia que desbordan hacia la conspiración se pueden encontrar en la historia de la humanidad, como puede ser, en tiempos recientes, la idea según la cual el SIDA solo sería un virus de la comunidad gay (si soy heterosexual no voy a tener ningún problema - link), o que el Covid habría sido creado para destruir parte de la humanidad (link), hasta llegar a la negación de la existencia del Covid mismo. Si volvemos a la idea del SIDA, encontramos algunas teorías que sostienen que los enfermos de SIDA pueden curarse con tener una relación sexual con mujeres vírgenes (link). Se trata de ideas que se disfrazan de “científicas” o que, por lo menos, utilizan parte del bagaje lingüístico de la ciencia para así demostrar cierto grado de aceptabilidad. 

Un ejemplo interesante de pseudociencia en el caso del Covid es la del uso de hidroxicloroquina. Lo que nos interesa aquí es el hecho de que efectivamente cuando fue propuesta como cura no había motivación de no aceptarla, por lo menos desde un punto de vista teórico: proponer una solución no puede ser algo que se descarte desde el principio, a menos que la propuesta parta de una serie de axiomas que ya hayan sido desmentidos. En otras palabras, si X ofrece una solución, hay que tener en cuenta la posibilidad de que se trate de algo “posible”, pero que solo puede aceptarse si se inserta en el discurso científico, o sea en la “buenas prácticas” (peer review, una sólida base de datos y de explicaciones, un buen período de investigación, la reproducibilidad de los resultados, la experimentación continua).

La hidroxicloroquina no pasó el test de la ciencia y al final resultó ser una no-solución, descartada por las pruebas clínicas. De todas formas, su uso se debió, en parte (afortunadamente una parte muy reducida) de la población, por una serie de afirmaciones pseudocientíficas que se unían en la negación de que la medicina oficial estaría prohibiendo el uso de la  hidroxicloroquina por razones disparadas. El carácter de santo Grial y el hecho de que fuese rechazada llevó a que este medicamento se vistiera de algo “leyendario” y que se viera entremezclado con lo que podríamos llamar posverdad. Quienes aceptaban la idea según la cual la hidroxicloroquina podía funcionar lo hacían porque (a) había personajes famosos que afirmaban directa o indirectamente que el medicamento funcionaba y (b) insertaban el discurso en la aceptación de la existencia del Covid19 (no eran negacionistas) pero reputaban que la “ciencia oficial” (el conjunto de Big Pharma, el Deep State o lo que fuera) estaba escondiendo a la gente normal la solución al problema, una solución que estaba ya disponible y que no necesitaba el uso de vacunas (que, como es sabido, son el blanco de los que opinan que causan autismo).

Este último ejemplo nos propone exactamente una de las razones de las que McIntyre habla cuando se refiere al carácter ideológico de los negacionistas y de los pseudcientíficos. La visión escéptica, efectivamente, no basta para comprender estas posiciones, ya que sería la misma que tenemos en la ciencia; lo que las diferencias de esta última, entonces, es el carácter fuertemente ideológico de la que parten, incapaces de aceptar no solo que los otros podrían tener razón, sino que lo que proponemos no puede sustraerse a una serie de pruebas, test y miradas críticas para que, con la repetición del experimento, se pueda llegar a un resultado, si bien a veces no final, por lo menos fiable.  

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