08. Filosofía, ciencia y literatura_Tarea 1



 Listado razonado


La isla del doctor Moreau (1896), H. G. Wells

Un mundo feliz (1932), Aldous Huxley

1984 (1949), George Orwell

Farenheit 451 (1953), Ray Bradbury

Parque Jurásico (1990), Crichton


El tema a través del cual se desarrolla este pequeño comentario sobre las cinco obras aquí arriba se inserta en la relación que se establece entre la ciencia y la sociedad, así como de qué son aquellos valores que caracterizamos con “no espistémicos”. Efectivamente, las novelas, algunas más breves que las otras, se enfrentan a la cuestión de la ciencia en cuanto elemento negativo que puede crear un desfase en la sociedad humana desde un punto de vista tanto teórico (estrictamente cultural) como más bien práctico (cambios biológicos, estructuras políticas, etc.). Es interesante notar, entonces, que el juego de los autores, todos de cultura anglo-americana, se basaría no en una demostración de la maldad de la ciencia, como si de un elemento negativo a priori se tratara, sino en el hecho de que la ciencia, en cuanto instrumento neutro, puede convertirse en una herramienta capaz de causar lo que podemos definir con la palabra “mal”. 

Este “mal” del que hablamos puede presentarse en diferentes formas, como la evolución (aquí de carácter mental, o sea de desarrollo de los cerebros) de los animales a través de la vivisección (Wells), la construcción de un mundo en el cual los seres humanos son productos de cambios en el ADN (Huxley), la presentación de una sociedad en la que la tecnología está al servicio del totalitarismo (Orwell y Bradbury), o tan solo la voluntad de “jugar a ser dioses” con la clonación de animales extintos (Crichton). En todos estos casos la pregunta que los autores nos proponen no es si la ciencia es buena o mala (una pregunta de este tipo no tiene sentido, ya que la ciencia es un método de investigación), sino si el hecho de ser un objeto neutral puede llevar a que personas (científicos, políticos, entrepreneurs) malas la utilicen para sus fines negativos.

Estas ideas se insertan, así, en un diálogo que los autores piden a los lectores que trasladen de la literatura a la sociedad en la que viven, sobre todo en función de aquel aspecto cultural que definimos como política. Se trata, en otras palabras, de darse cuenta de aquellos valores no epistémicos, a los que hemos aludido, y de la necesidad de tener en cuenta la relación que se crea entre la ciencia y los ciudadanos. Las cuestiones de las que habla Huxley, por ejemplo, salen de los bordes del simple juego de diversión (o sea del marco de la ficción en tanto pasatiempo), y nos revelan la importancia de empezar a preguntarnos no tanto qué puede hacer la ciencia, sino si lo que hace es correcto o menos, elementos, estos, que se alejan de un simple discurso sobre el método científico y que ponen de manifiesto los problemas a los que no podemos sustraernos so pena de dejar que el progreso científico fluya sin rumbo o, pero aún, guiado por valores negativos.

Terminamos este pequeño recorrido con un análisis de carácter socio-histórico. Los libros que aquí tenemos reflejan, efectivamente, miedos propios de la sociedad en la que nacieron: Wells habla de la vivisección y de la cuestión evolutiva (él mismo fue estudiante de T. H. Huxley, a su vez el mayor defensor de Darwin), Huxley basa su investigación sobre el cambio genético (y se inserta en el discurso del darwinismo social), Orwell y Bradubury nos presentan un mundo totalitario, típico de los años ‘40 y ‘50, o sea de los moloch nazi y soviético, y Crichton permite a su lector acercarse a la cuestión no solo de la genética, sino sobre todo de la clonación (asunto de gran importancia en los años noventa – piénsese en Dolly, que aparecería después de algunos años de la publicación de Jurassic Park). Son, estos elementos, parte de la cultura que los produjo, y por esta razón el carácter diálogico aumenta su importancia ya que la contextualización de los temas resulta de por sí ya parte del marco cultural en el que se establecen.



Comentario : La máquina del tiempo


Si bien unas de las perspectivas que se utilizan para abordar este libro son el viaje temporal o la crítica social (piénsese en un futuro en el cual el mundo está dividido entre una clase alta y una baja), hay otro aspecto fundamental que se inserta en el discurso científico típico de Wells, quien pudo estudiar biología con T. H. Huxley, uno de los más grandes defensores (y amigos) de Darwin, además de abuelo de Aldous y propulsor de la ciencia en detrimento de las humanidades (piénsese en su diatriba con el otro pariente de Aldous, Matthew Arnold). Este aspecto del que hablamos es la demostración del concepto mismo de (a) evolución del ser humano y (b) evolución cósmica o, más bien, de la vida en la tierra.

En el primer caso, Wells nos muestra cómo el paso del tiempo puede crear formas humanas diferentes, debido a los cambios no solo de la naturaleza (cambios en el ADN, por ejemplo, conectados con la transmisión de genes diferentes) sino también al medio ambiente en el que una especie se encuentra. Es por esta razón que tenemos a los Eloi y a los Morlock, ambos descendientes de los seres humanos del siglo XIX-XX (los siglos de Wells), sin embargo diferentes en su constitución. De todas formas, el juego de Wells se inserta también en la lectura de un darwinismo social “correcto”, o sea no de aquel carácter pseudoscientífico con el que se ha hecho conocer, sino como análisis de la sociedad humana como medio ambiente en el que se desarrolla el proceso evolutivo. Una lectura, esta, que nos recuerda también al otro gran libro de Darwin en el cual se hablaba de la selección sexual y de “the descent of man”.

En el segundo caso, la novela de Wells nos permite además reconocer (como hiciera Lovecraft, por ejemplo) lo minúsculo que es el valor del ser humano, quien cree ser el centro de todo el universo. Hacia el final del libro, el viajador temporal logra acercarse a los últimos días de la tierra, y allí, como nos enseña el largo proceso de la evolución biológica, ya no existen seres humanos, sino bestias horribles que se mueven por una tierra a punto de morir. Es, en otras palabras, una lectura cuanto más correcta de lo que efectivamente va a ser el futuro, con un cambio de las especies y con unas que sin duda alguna tendrán que dejar paso a otras, hasta la desaparición total de nuestro sistema solar. 

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