07. Conocimiento y valores_Tarea 2


La concepción de la ciencia (o, mejor dicho, de las ciencias) es un producto social de carácter histórico. En palabras más llanas, en cuanto elemento cultural nacido a través de un desarrollo histórico (se puede trazar, efectivamente, la historia de la ciencia a través de los siglos no solo europeos, sino mundiales), la ciencia como concepto abstracto se inserta en una relación dialógica con el mundo que la rodea, o sea, más sencillamente, con la sociedad y con la manera en que esta la interpreta, la lee, la analiza y la traduce en términos más comprensibles. El resultado de esta consideración es que, efectivamente, todo esto provoca la posibilidad de que haya diferentes tipos de lecturas/interpretaciones de la ciencia ya que, más allá de los diferentes puntos de vista que se puedan adoptar, las herramientas de comprensión del ítem “ciencia” pueden variar temporal y culturalmente (los dos elementos siempre van unidos, ya que tiempo y sociedad forman parte de un unicum siempre en evolución). 

Una visión purista de la ciencia sería la que no tiene en cuenta la apariencia de los que se definen como valores no epistémicos o, más bien, de aquella parafernalia de elementos que salen de los valores estrictamente epistémicos y que, sin embargo, llevan a estructurar el proceso de investigación de la ciencia misma. La idea de que haya valores epistémicos es un truismo, ya que la ciencia, en cuanto método de conocimiento, posee elementos que le son propios y con los que lleva a cabo una serie de acciones cuya valoración cualitativa se rige en una serie de cuestiones internas. El problema, entonces, no es si la ciencia tiene o menos valores estrictamente epistémicos, sino si, además de ellos, los valores no epistémicos tiene o menos cierta importancia en relación con la estructura misma de la investigación científica.

Efectivamente, la idea de una ciencia que se rige solo a través de mecanismos internos, epistémicos, sería errónea y llevaría a tener una serie de cortocircuitos durante el proceso de análisis de cada manifestación suya. Un ejemplo claro de lo fundamentales que resultan ser los valores no epistémicos es la elección del tema de investigación, elección que no puede basarse solo en valores epistémicos ya que la decisión de analizar un elemento y no otro implica diferentes elementos racionales: el coste global de la investigación, la disponibilidad de personal, la disponibilidad de tiempo, el presupuesto, etc. Nótese, por ejemplo, que el ítem “presupuesto” depende no de cuestiones estrictamente epistémicas sino que, efectivamente, se basa en una decisión de carácter político y social: si una población presenta unos casos numéricamente altos de muertes por cáncer, y unos casos numéricamente bajos de fallecimientos por SIDA, es posible pensar que la decisión de optar por dar una cantidad mayor de fondos a un tipo de investigación y menos a otro dependa también de valoraciones de carácter pragmático. Aquí, los valores epistémicos poca importancia tienen.

La presencia de valores no-epistémicos se revela también en el hecho de estar la ciencia compuesta por seres humanos los cuales, como nos enseñaba ya Montaigne, son actores culturales. Se presentan así las cuestiones que definimos “éticas” y que, dejando por una lado el dilema de si la ética es solo un producto cultural o si es algo más bien biológico, pueden llevar a optar por una serie de acciones y dejar cerradas otras. Piénsese, por ejemplo, en la cuestión de los valores no espistémicos de los experimentos de los japoneses durante la segunda guerra mundial sobre las poblaciones asiáticas, o los de los nazis (no solo sobre los judíos, sino también sobre otros tipos de seres humanos, como los con síndrome down), ambos ejemplos de cómo la decisión de “deshumanizarse” no podía ser un acto solo de carácter epistémico. Si la posibilidad de llevar a cabo determinados experimentos es teóricamente muy alta, en la realidad hay que tener en cuenta muchos factores que con la ciencia, de por sí, poco parecen tener que hacer, como puede ser la voluntad de hacerles daño a otros seres humanos, o sea de provocar dolor. Efectivamente, todos podríamos llevar a cabo un experimento para saber cuál es el límite máximo de tolerancia del dolor de un niño apenas nacido, pero esto resulta ser un tabú cultural, lo cual no implica ningún tipo de implementación de los valores espistémicos en la aceptación o en el rechazo del experimento. La idea de que la ciencia se situaría fuera de la sociedad y que resultaría neutra desde un punto de vista cultural resulta entonces errada.

Otra cuestión de cómo interpretamos normalmente la ciencia es la que nos presenta McIntyre (véase La actitud científica, pp. 62-80). Según él, uno de los problemas es el concepto mismo de “realidad” o, más bien, de correlación entre la lectura de la realidad por parte de la ciencia y el concepto mismo de “verdad”, de “real”. Se instaura, la problemática que nos presenta McIntyre, en la definición de hipótesis y de teoría; si la primera no presenta grandes problemas a la hora de reconocer su carácter inestable, es la segunda la que puede determinar una serie de malas lecturas. En palabras más llanas, la ciencia no presentaría un grado único de infalibilidad, sino que, más bien, se basaría en el intento de acercarnos a lo que definimos como “realidad”, o sea a una interpretación de la naturaleza que llamamos teoría y que sería capaz de “ofrecer una explicación definitiva” (McIntyre, 6). Sin embargo, las teorías pueden evolucionar o hasta desplazar a otras que habían sido reputadas “finales”, o tan solo basarse en el presupuesto de que un día sería posible tener todos los elementos necesarios para que una teoría sea confirmada completamente (o casi).

McIntyre nos trae algunos ejemplos, como el caso de la teoría de la evolución darwiniana que, efectivamente, cuando fue propuesta no podía basarse en aquel mecanismo crucial al que llamamos ADN, o que necesitaba otros elementos que serían descubiertos en el futuro (piénsese en algunos fósiles y en la cuestión de los eslabones). ¿De qué dependía, entonces, su aceptación en el siglo XIX? La falta de elementos en el presente no puede implicar un rechazo completo ya que otro elemento fundamental de la ciencia y de las teorías es la posibilidad de dejar abierta la puerta a la experimentación futura. La aceptación entonces es posible, si bien con reservas. Efectivamente, McIntyre nos lleva a una conclusión muy precisa, o sea al concepto de fundamentación que confronta con el de verdad: la ciencia tiene que basarse en el primero, y dejar de pensar estar en el marco del segundo. Como él afirma:


“[…] lo que le proporciona fundamentación a una teoría científica no es la certeza de que sea verdadera, sino el hecho de contar con evidencia empírica a su favor, lo que la convierte en una elección muy bien justificada.” (McIntyre, 77) 


Otra cuestión interesante sobre el concepto de ciencia, en especial manera de “científico/a” (adjetivo), es la que nos presenta Haack en su “Seis signos de cientismo”. Entre los elementos de reflexión de los que escribe, resulta interesante notar dos que se entremezclan en una visión de la ciencia que muchas veces se tiene en la sociedad. Se trata, en otras palabras, de (a) el elemento de fiabilidad debido al rigor en la investigación y (b) el uso del adjetivo científico/a como punto final y sumo para la aceptación de cualquier propuesta. 

En el primer caso, Haack subraya el hecho de que el rigor en la investigación no le pertenece exclusiva y totalmente a las ciencias, ya que otras ramas del conocimiento humano (la literatura, la música, la historia) presentan un rigor parecido o, como ella escribe, “sólido y bueno” y que, no hay que olvidar, “ incluso el mejor trabajo científico es falible” (Haak 2010, 19). En el segundo caso, el juego estaría en la falacia del principio de autoridad, o algo parecido, ya que muchas veces el solo uso de la palabra “científico/a” relacionada con un estudio, una investigación o tan solo una proposición parece donar al estudio, a la investigación o a la proposición un áurea de infalibilidad, de aceptación completa.

El razonamiento de Haack, entonces, se inserta en una lectura más correcta de lo que efectivamente es la ciencia, entendida aquí como conjunto de investigación sujeto también a cambios temporales (las teorías pueden cambiar, como acabamos de ver en McIntyre) y que no puede sustraerse a una lectura más razonada de su arquitectura, de su estructura conceptual, o, usando una fórmula negativa, que NO puede sustraerse a una lectura no sólo lógica y racional, sino también crítica de lo que realmente es. Dejarse llevar por una supuesta “adoración” de la ciencia lleva, de hecho, no solo a una visión casi religiosa y dogmática, sino que impide un análisis más correcto de lo que la ciencia realmente es, tomando en cuenta, para volver al comienzo de este breve ensayo, tanto el carácter de sus valores epistémicos como la importancia de sus valores no-epistémicos. 


Comentario final : el discurso de McIntyre sobre lo que hace que nos fiemos de una teoría, la cuestión del cientismo de Haack, y la necesidad de debatir sobre la presencia de valores epistémicos y no-epistémicos, todo esto forma parte de una necesidad de tener una visión más correcta de la ciencia. Se podría decir, entonces, que la cuestión se refiere solo al concepto de ἀλήθεια, o sea de definir qué es la ciencia, cuál es su “verdad”. Sin embargo, la cuestión tiene un matiz más social: definir la ciencia es una acción que tiene  que insertarse en el discurso que se abre entre esta área del conocimiento humano y el mundo (social, cultural) que la rodea. Una visión correcta de la ciencia implica un uso más ajustado de ella, así como un debate más positivo a la hora de reconocer sus límites y de aceptar la posibilidad de que, al fin y al cabo, la ciencia no puede ser el único método de investigación en lo que al conocimiento humano se refiere, por lo menos en relación con otros campos (literatura, música, arte). 

Comments

Popular posts from this blog

09. Científicas de ayer y de hoy_Tarea 8

14. Historia de la Ciencia en América Latina_Tarea 6

03. Introducción a la Historia de la Ciencia_Tarea 6