06. Historia de la Ciencia en Europa_Tarea 5



Se segregaba a las mujeres en las clases. Incluso se las emparejaba en el laboratorio, tratándolas 

(¿lo había imaginado?) como estudiantes de segunda clase. 

(Cecilia Payne-Gaposhkin)


Se supone que entre el cerebro masculino y el femenino (hablamos de sexo) no hay muchas diferencias, por lo menos en lo que al aprendizaje de las scientiae se refiere. No hay, efectivamente, una razón lógica, racional y, sobre todo, científica para que se suponga que sería correcto impedir a las mujeres que se acerquen a un mundo poblado, en su mayoría, por hombres. Hay, por supuesto, diferencias de carácter físico, sin embargo esto no lleva a que surjan cuestiones en lo que a los susodichos cerebros se refiere (si el cuerpo fuera un problema así grande, no podríamos entender el valor de un hombre como Stephen Hawking); diferencias del tipo de “la mujer no puede hacer este trabajo” se deben más bien a concepciones autoritarias que poco que ver tienen con una diferencia natural de los géneros y de los sexos, y mucho más con más que una pizca de ignorancia (el mundo presente sigue con ejemplos de este tipo, como en sociedades que impiden a algunas personas ir a la escuela por el hecho de ser mujer).

Hay que analizar, entonces, lo que el club de Pickering de por sí implica. Mujeres que trabajan, silenciosas (pero, ¿de verdad que las mujeres no charlan entre sí, como es su natural, intercambiando informaciones, ayudándose en la  investigación?), siguiendo las ordenes de quien les dice lo que efectivamente tienen que hacer. Algo que tiene en sí cierta absurdidad, por supuesto, ya que a las mujeres se les pide que lleven a cabo labores muy particulares, quizás más bien difíciles, y, sin embargo, se las nota incapaces de entender lo que realmente están haciendo. Máquinas, se podría decir; una afirmación que daría motivo de concebir la presencia femenina solo como adjunto, como el lápiz del artista que intenta dibujar sobre una hoja de papel (de aquellas un poco amarillas). La mujer, entonces, no tiene derecho a su nombre y es conocida solo como “una de las de Pickering” o “de las del club de Pickering”. Un elemento léxico interesante: el club es más bien un lugar donde se practica algo sin mucha importancia, como si de amateurs se estuviera hablando.


En la fotografía que aquí presentamos es interesante notar la disposición y la posición de las investigadoras, el foco de su atención en los objetos (hojas de cálculos, y más) que tiene delante de sus ojos, a veces con la mediación de una lupa. Más allá de la comparación que se podría hacer si pensamos en el mundo medieval de los monasterios, con sus congregaciones solo de hombres (aquí, entonces, el juego estaría en una visión especular, de género), hay que subrayar la atmósfera que sale de los bordes de este momento capturado, en blanco y negro, por una cámara. Las mujeres no están simplemente “trabajando”: lo que hacen es investigar, controlar, comparar, catalogar. No es una habitación china, como describirá Searle: estas mujeres saben qué hacer, demostración esta de que sí, eran científicas y no simples maquinarias con las que contar para llevar a cabo las labores más simples.    


Resulta interesante controlar de cuántas científicas conocemos los nombres. Si comparamos “los grandes” y “las grandes” de la ciencia, será posible ver cómo la diferencia es tan alta como la torre de Babel. Hablar de científicas, entonces, revela la disparidad que ha habido lugar (y en parte sigue habiendo) en la historia de la ciencia. El mundo femenino, teóricamente inferior desde un punto de vista de “mente”, no podía ser concebido como parte del proceso de descubierta y análisis de la naturaleza por parte de (afortunadamente no la totalidad) la mentalidad masculina sobre la que se han apoyado casi todas las civilizaciones humanas. Si de progreso podemos hablar (y, dejando por un lado a los ángeles de Benjamin, creo que se puede), es de todas formas justo notar que en los últimos años – meglio tardi che mai – las cosas han cambiado, si bien, como ya hemos tenido que lamentar, no en todas partes de este pequeño (e inútil) globo. La ciencia se nos abre en la historia también con Atenea; que se vuelva a reconocer su carácter femenino.

Comments

Popular posts from this blog

09. Científicas de ayer y de hoy_Tarea 8

14. Historia de la Ciencia en América Latina_Tarea 6

03. Introducción a la Historia de la Ciencia_Tarea 6