06. Historia de la Ciencia en Europa_Tarea 4


Las relaciones que se establecen entre ciencia y tecnología pueden ser (y efectivamente lo son) dialógicas o monológicas. En el primer caso los dos ámbitos funcionan en el contexto de una relación entre pares, mientras que, en el segundo, estamos ante una situación en la que un elemento es independiente mientras que el otro está en una posición inferior, de dependencia. Se trata, nótese bien, de dos casos extremos que, si bien es posible demostrar su presencia en la historia de la cultura humana, en realidad sitúan la mayoría de las relaciones en una situación más o menos intermedia, tendiendo cuenta de que muchas veces las relaciones mismas pueden variar en el proceso de desarrollo de un determinado invento o de una determinada descubierta científica. 

Estas relaciones, de todas formas, supondrían la existencia de la ciencia y de la tecnología como si estuvieran fuera de un contexto global; en realidad, las dos se sitúan en el conjunto de la sociedad y, además, en un discurso interno. Ciencia y tecnología, entonces, funcionan en cuanto elementos de la cultura humana en una serie de interdependencias que llevan a que se elija un camino en vez de otro. Se podría decir, en consecuencia, que la ciencia permite que los inventos tecnológicos tomen lugar; sin embargo, sería posible afirmar también que en otras ocasiones primero se desarrollan los inventos tecnológicos y después la ciencia intenta analizarlos para descubrir cómo se estructuran.

Una lectura de este tipo, como hemos subrayado al comienzo, parece resultar poco realista. Sería quizás mejor afirmar que entre las dos esferas (una teóricamente más abstracta, la otra fundamentalmente pragmática) se inserta una relación mutua, por lo que se podría decir que sin la ciencia la tecnología no podría llegar a grandes invenciones, mientras que sin la tecnología la ciencia no podría evolucionar. En el primer caso, piénsese en el coche (como hemos leído en el artículo sobre Ford), que pudo aparecer también gracias a la labor intelectual de los ingenieros (el aporte de la química, por ejemplo, fue fundamental), mientras que, en el segundo, cabe destacar cómo los ordenadores, resultado de la tecnología, permiten llevar a cabo cálculos prohibitivos, impensables hasta hace cien años.

Se nota así la complejidad del conjunto ciencia/tecnología ya que, si en lo que al discurso interno se refiere es posible afirmar que las dos funcionan en una relación a veces más dialógica y a veces más monológica, de todas formas se encuentran ellas mismas en el marco de una serie de elementos sociales y culturales que permiten o impiden, directa o indirectamente, el desarrollo de sus partes. No hay que olvidar, por ejemplo, que fue en parte la estructura social que permitió la creación de maquinas más sofisticadas como las lavadoras, debido a que los cambios sociales habían creado un mercado muy rico, cambios que antes no se habían dado. La relación entre ciencia y tecnología, entonces, es un proceso de carácter bidireccional que pone sus bases en un discurso interno (sobre todo en el caso de la ciencia) y en el hecho de formar parte del conjunto de lo que llamamos cultura humana.

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