06. Historia de la Ciencia en Europa_Tarea 6

La viñeta que vemos aquí se refiere a una aventura que apareció en un número de la revista italiana Topolino. En este cuento Mickey Mouse y Goofy viajan al pasado (gracias a una máquina de los profesores Zapotec y Marlin) para averiguar si efectivamente Einstein fue o menos un mal estudiante. Se trata, entonces, de una aventura en la que Einstein no es un gran científico, sino un niño de pocos años que frecuenta una escuela; hay que notar que Mickey no logrará encontrar al muchacho, mientras Goofy sí, si bien no se dará cuenta de que se trata de Einstein. En la viñeta, Goofy habla con el joven Einstein (si bien, como él personaje disneyiano explica, este muchacho no puede ser el científico porque tiene “el pelo normal”).

La presencia de Einstein en un tebeo para niños y adolescentes (sin embargo los adultos también, por ejemplo los padres, leían y siguen leyendo Topolino) se inserta así en un discurso doble: por un lado está la cuestión del valor cultural del científico, por el otro la voluntad por parte de los autores de hablar de él y, al mismo tiempo, hablar del concepto de educación. Efectivamente, el personaje aquí presentado es un estudiante que quiere “salir de los muros del aula” para acercarse a la naturaleza. Desprecia, en un cierto sentido, la simple aplicación mnemónica del conocimiento y quiere ver, analizar, discutir los objetos que lo rodean; en otras palabras, el concepto que se nos propone es el del experimento.

Sin embargo, el Einstein disneyiano encarna también la necesidad de ofrecer a los estudiantes un ambiente de aprendizaje/trabajo con/en el cual poder aprender directamente. La crítica al sistema escolar pone así de relieve el carácter negativo de un aprendizaje en el cual solo se aprende de memoria. El Einstein niño no logra encajar en su clase porque él quiere experimentar, o sea controlar lo que le enseñan y así llevar el discurso más adelante, en un contexto cultural de progreso de los conocimientos humanos o, en otras palabras, de acercamiento a la verdad. El científico, entonces, no es un simple ser indisciplinado, sino un elemento social que intenta descubrir algo nuevo y que, por esta razón, necesita una relación entre enseñanza y aprendizaje capaz de ir más allá de la simple necesidad de tener buenas notas.

El tebeo ayudaría así a llevar a cabo una consideración sobre el valor de la escuela. En este caso, el Einstein niño quiere salir de las fronteras del instituto para acercarse más a la naturaleza. Esta voluntad permite acceder al concepto de realidad: Einstein no se pone límites sino que ve el mundo (y el cosmos) como parte integrante de un análisis profundo. Lo “externo”, lo que se sitúa fuera de la sociedad humana, tiene su fascinación: el carácter de belleza de la descubierta, del análisis (la ciencia es una traducción al lenguaje humano de las reglas y de los mecanismos de la naturaleza), crea una serie de reverberaciones en la relación que se desarrolla entre el objeto de estudio y quien estudia. El hecho de estar fuera del aula (como vemos en la viñeta) cuando tendría que estar en ella no implica la definición de Einstein en cuanto outcast (los compañeros, sentados en sus sillas, representarían la sociedad), sino la necesidad de un cambio cultural en lo que al proceso de aprendizaje y enseñanza se refiere.

La figura de Einstein en este tebeo corresponde entonces a una crítica cultural. El objetivo no es subrayar la anormalidad del niño, sino definir sus necesidades como parte integrante de un discurso más profundo y fructuoso sobre el acercamiento al carácter experimental de la ciencia, o sea a la necesidad de ayudar a los niños para que puedan aprender gracias a su curiosidad. Einstein es, por estas razones, no el símbolo de una parte especial de la humanidad, sino de la belleza de aprender científiciamente y de cómo resulta a veces necesario producir cambios en el sistema educativo para que de cada niño y niña se reconozca su voluntad de saber.