05. Historia de la Ciencia en Oriente_Tarea 3


En este breve ensayo intentaremos analizar la relación entre Europa y Asia en lo que a la cuestión científica se refiere; más precisamente, el ensayo (basado sobre todo en las investigaciones de Caoili) se centrará sobre la relación entre el mundo español y el mundo filipino durante el período de colonización de estas islas orientales. Hay que subrayar, entonces, que Filipinas, antes del siglo XVI (1521), no solo tenía su estructura política, sino que, por una cuestión de posición geográfica, ya había tenido algunas posibilidades de intercambiar informaciones con otros pueblos cercanos; efectivamente, dejando por una lado el tema científico, los habitantes de Filipinas habían entrado en contacto con las religiones musulmana, budista e hindú, lo cual demuestra cómo este archipiélago ya se encontraba en una situación de apertura ante ideas diferentes gracias a la función del comercio.

Si de ciencia tenemos que hablar, hay que notar que la posición geográfica y el elemento “comercio” habían permitido, antes de la llegada de los españoles, un intercambio de informaciones con China y el mundo musulmán. De todas formas, entre los elementos científicos pre-coloniales encontramos el uso de la matemática (véase Manapat 2011), por ejemplo en el ámbito de las medidas (necesarias para el comercio) y de la astrología (necesarias para medir y dividir el tiempo). Si bien se trataba de elementos en parte rudimentales, los filipinos contaban con un sistema decimal, mientras que, en relación al tiempo, tenían su mismo calendario característico y su manera de clasificar el tiempo (Manapat habla de kairos vs kronos). 

En lo que al uso práctico de las abstracciones se refiere, hay que notar, además, que los habitantes de Filipinas eran óptimos constructores de barcos, lo cual permite hablar de la presencia de elementos que llamaríamos de ingeniería. Otro ejemplo de los conocimientos científicos son las terrazas de Banaue, demostración de un uso práctico de los conocimientos conectados con la ciencia. Se supone, entonces, que la llegada de los europeos tuvo lugar en el seno de una cultura que ya tenía aquellas bases necesarias para el discurso científico (entre ellas la presencia de un sistema de escritura, si bien utilizado en forma muy rudimental), así como de una aptitud para el intercambio de informaciones con pensamientos (culturas) diferentes.  


La llegada de los españoles en 1521 supone entonces el encuentro de una cultura científica avanzada, por lo menos en relación con el contexto de la época, con una de carácter eminentemente práctico. El hecho de tener unos elementos rudimentales no implica, de todas formas, una falta de preparación para que se acepten elementos novedosos y, teóricamente, superiores. De hecho, la introducción de la tecnología europea (más bien, mediada por los españoles) lleva a un cambio que, si bien en parte radical, se inserta en un contexto cultural positivo, o sea ya dispuesto, tan solo de forma subconsciente, a aceptar los cambios mismos. Y, efectivamente, de cambios hay que hablar ya que la colonización española comporta la “educación religiosa” (se la entiende aquí sin valores positivos o negativos, sino solo como el acto de educar, de abrir paso a unos nuevos conocimientos), o sea la creación de escuelas en las que se aprendía a leer y a escribir, así como era posible aprender matemáticas y rudimentos de ingeniería que se insertaban, por ejemplo, en la tradición de las terrazas; obviamente todo esto en el contexto de la religión cristiana.

Hay que subrayar, entonces, la introducción del aprendizaje en cuanto sistematización del pensamiento y de las reglas inherentes: se trata, en este caso, de la fundación, el 28 de Abril de 1611, de la Universidad de Santo Tomás (podría ser la universidad más antigua de Asia, ya que la Universidad de San Carlos, en Cebú, otra ciudad de Filipinas, inicialmente era llamada Colegio de San Idelfonso). Todo esto supondría, entonces, el desarrollo del establecimiento del proceso de enseñanza/aprendizaje en un contexto no solo fuertemente europeo, sino de carácter legal: la scientia no es solo algo que se puede aprender, sino que puede llevar a tener conocimientos muy profundos y de alta calidad, demostrables a través de la obtención de certificados oficiales. Hay que notar, de todas formas, que las instituciones católicas promovían antes que todo los valores y los conocimientos religiosos, y serán necesarios siglos después de la fundación de la Universidad para que se introduzcan estudios de carácter rigurosamente científico.

¿De qué tipo fue, entonces, la presencia de la ciencia en Filipinas, traída por los españoles?  Por un lado, estamos ante la introducción de la medicina así como es entendida desde un punto de vista europeo. Más importante, quizás, es notar que si bien los indígenas eran utilizados sobre todo para los trabajos manuales, es posible afirmar que su presencia en cuanto constructores de embarcaciones es muestra de que los filipinos tenían un conocimiento especializado en este ámbito (no solo anterior a la llegada de los españoles, como hemos visto, sino también después de la mezcla de las culturas). Resulta entonces correcto decir que si bien la presencia de un intercambio cultural en Filipinas entre Asia y Europa parece en parte modesta, en realidad este tenía más bien un carácter monológico (de Europa a Filipinas, y no viceversa), y se fundaba sobre las mismas ideas que habían suportado el intercambio con China y con los musulmanes en la fase pre-colonial del archipiélago: se trataba sobre todo de utilizar las informaciones científicas de forma práctica. Si bien este intercambio inicialmente resultaba limitado, se puede afirmar que sentó las bases para un estudio más favorable de las ciencias en los siglos más recientes y que, de todas formas, permitió la introducción de conceptos basilares.


Otro punto fundamental fue la operación de transformación del concepto de ciudad. Si cuando llegaron los españoles el mundo filipino se encontraba dividido en pequeños pueblos, los colonizadores decidieron impulsar la creación de centros urbanos más complejos. Todo esto se tradujo obviamente en un proceso de aprendizaje de los elementos necesarios para la construcción de edificios, calles y otros elementos típicos de las urbes europeas. La ciencia, entonces, vuelve a vestirse de aquel carácter típico de un punto de vista pragmático.

Desde otro punto de vista, necesario y fundamental si de historia hablamos (algo que no puede estar sino en movimiento), hay que subrayar que la cultura europea del siglo XVIII sí tuvo sus repercusiones en Filipinas: en otras palabras, la Ilustración promovió un cambio (de todas formas no radical) en la estructura política del archipiélago, dándoles más importancia al desarrollo de la agricultura y al de las industrias, lo cual se tradujo en el acto de llevar a la isla las ideas que provenían de Europa. Un caso interesante sería el establecimiento de La Real Sociedad Económica de los Amigos del País de Filipinas, que supuso la comparsa o las mejoras de determinados tipos de cultivos, algo que llevaría, en el siglo posterior, a un incremento en el ámbito de los esfuerzos en la agricultura y en las industrias, siguiendo, por supuesto, los modelos occidentales.

Entre los siglo XVIII y XIX, además, fue posible ver la concepción de una idea más profunda de lo que representaba urbanización: la transformación de Manila fue entonces sorprendente, con la implementación de una red de tranvías y de redes de electricidad. Esto supuso también una mayor y mejor investigación científica en relación con la naturaleza del archipiélago, lo cual se insertaba en la voluntad de analizar también las condiciones atmosféricas, muy importantes si tenemos en cuenta la posición geográfica de Filipinas; en 1865 se fundó el Observatorio de Manila, lo cual permitió a Federico Faura predecir la llegada de un tifón en 1879. El valor pragmático y también científico del Observatorio fue tal que en 1884 un decreto real lo convirtió en una institución oficial en mano de los jesuitas.


Como hemos podido ver, el archipiélago de Filipinas, por su posición geográfica, había tenido intercambios comerciales (y, en parte, culturales) con China y el mundo musulmán, entre otros. La llegada de los Europeos supuso un cambio en la estructura política y la introducción del “pensamiento occidental”. En los siglos XVI y XVII esto no llevó a grandes revoluciones culturales en la población autóctona, si bien se introdujeron modalidades de pensamiento (calendario, medidas, maneras de construir barcos) que lentamente se difundieron en el archipiélago. Fue sobre todo en el siglo de la Ilustración y en el siguiente, los XVIII y XIX, que se concretizó un uso más profundo de la ciencia, si bien según un punto de vista sobre todo (sin embargo no exclusivamente) práctico, desde la urbanización hasta el estudio de la meteorología. 

 


http://www.philippinestudies.net/files/journals/1/articles/3360/public/3360-4866-1-PB.pdf 

https://phlconnect.ched.gov.ph/admin/uploads/da4902cb0bc38210839714ebdcf0efc3/01-Readings-4.pdf


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