05. Historia de la Ciencia en Oriente_Tarea 1

KITAB


Uno de los elementos que más interesante se nos presenta es el juego de la concepción de lo divino en relación con el objeto de la naturaleza, aquí entendida como todo lo que es parte de lo inmanente. En palabras más llanas, la lectura que se hace de lo que llamamos “realidad” se basaría no tanto en una apreciación de su carácter superficial, casi como si fuera necesario solo darle importancia a lo exterior, sino también (y sobre todo) en la necesidad de investigar lo que está en la parte interior, parte que, normalmente, nos resulta muy difícil ver y que quizás resulta ser también la que más atención necesita. El carácter de lo divino, entonces, se dejaría llevar a otro tipo de interpretación no en relación a lo sagrado y misterioso cuyo análisis estaría vedado, sino a la cuestión de la maquinaria perfecta (o menos) que sería el resultado de la mente creadora (la maquinaria sería el conjunto de todos los elementos del universo).

Esta modalidad de lectura de la naturaleza es la que vemos en parte de la filosofía griega y que se transmite al mundo islámico a través del helenismo, una lectura que nos empuja a que se pongan en marcha una serie de consideraciones desde la más abstractas hasta la más concretas con las que desvelar la arquitectura del cosmos, pasando de lo micro a lo macro según, muchas veces, una serie de interrelaciones entre los dos ámbitos. Es, entonces, una modalidad de pensar que pone de manifiesto la voluntad de profundizar el conocimiento del mundo que rodea al hombre, una voluntad que se inserta no solo en la posibilidad de utilizar estos conocimientos desde un punto de vista práctico, sino también en la de aumentar el placer del acto de conocer según unos valores internos: se conoce por el placer de conocer tanto como se conoce para usar los descubrimientos en la vida diaria. 

Si el concepto de ἀλήθεια, entonces, suponía la necesidad de dejar por un lado los mecanismos de carácter instrumental y así acceder al nivel de estudio de la realidad en tanto elemento de descubrimiento de sus mecanismos internos la ciencia musulmana sigue también el otro camino de en relación con la posibilidad de usar los conocimientos en el mundo externo. Mirar hacia lo infinito del universo, la bóveda celeste, es una acción cuya finalidad se traduce tanto en saber navegar por la noche, como en la posibilidad de acceder a la lectura del diseño divino, aquí entendido como la estructura racional sobre la que el cosmos se apoya (o sea, del mundo pre-islámico con la lectura de las constelaciones para conocer los cambio atmosféricos al mundo islámico con el estudio de los astros como desvelamiento de sus engranajes y su uso para estructura el tiempo). 

La cultura helénica (obviamente no en todas sus partes) se basa entonces en la idea de que la relación que se instaura entre el hombre y su entorno es un camino de descubiertas con las que aumentar nuestro conocimiento de lo divino. No es una cuestión de afirmar la existencia de un mundo que se encuentra más allá del nuestro (lo trascendental), sino de aceptar la existencia de una divinidad y de definirla según unos términos racionales: lo divino es racional, es lógico, sigue reglas precisa que ponen de manifiesto la perfección de su arquitectura (y estas reglas son la que usamos en nuestra sociedad). Nuestro deber no es la simple adoración, sino el uso de nuestras mentes para desvelar los mecanismos subyacentes y sí acercarnos de forma lógica y racional al creador. 

El concepto de lo divino sería así una forma de entender el cosmos como regido por reglas y estructurado en diferentes mecanismos interrelacionados, todo lo cual sería la demostración de la presencia de una arquitectura general real. La ἀλήθεια se manifestaría en la lectura y en el análisis lógico y racional de la misma lógica y racionalidad que rige el universo (nótese que esto no implica de por sí la presencia de un ser divino, sino que sí supone una serie de reglas que rigen la constitución de la realidad). El universo es entonces un libro para cuya compresión es necesario acercarse a él a través de la metodología de lectura correcta.

Si pasamos ahora al conjunto de los primeros científicos del Islam, es posible ver cómo esta definición helénica de la naturaleza en tanto libro divino influye y se inserta en el valor del libro mismo, el kitab. De hecho, si el libro es uno de (quizás más justamente el) elemento fundamental de la cultura musulmana, esta metáfora de la naturaleza como elemento analizable lleva a tener una concepción de desvelamiento de las reglas de lo divino o, en otras palabras, de exégesis de la realidad. El conocimiento es, de por sí, necesario ya que permite acceder a la constitución de lo divino exactamente como el valor de la profecía y del profeta (y del Profeta) es el de poner de manifiesto lo que está escrito en la realidad y que necesita un interprete para que se revele a las masas.

Se nos abre así la posibilidad de subrayar cómo el concepto de βιβλίον y de kitab se superponen en una búsqueda no solo de la ya mencionada ἀλήθεια, sino también en el valor mismo del concepto de libro en tanto recopilación del acto de buscar la verdad y analizarla, comentarla y distribuirla, así como de utilizarla en la vida diaria. El cosmos es un βιβλίον/kitab, escrito según unas reglas lingüísticas, y el objetivo del científico es leer e interpretar este βιβλίον/kitab que a su vez será reescrito en otro βιβλίον/kitab, pasando de lo divino a lo humano, o sea desde el punto de vista del creador absoluto al punto de vista del investigador. 

El mundo de la biblioteca alejandrina, donde el βιβλίον es obviamente de fundamental importancia, se reverbera así en el kitab inmortal, en el cual están escritas todas las vidas de todo ser humano de cualquier momento de nuestra historia. El concepto de conocimiento, en el mundo musulmán, proviene directamente del concepto de libro en tanto elemento que contiene todo el saber necesario para la comprensión del mundo. En consecuencia, el concepto de ciencia sigue siendo (con los debidos cambios) de fundamental importancia en la interpretación del universo con sus reglas de carácter, repetimos, lógico y racional o, en palabras más acertadas, matemático, que se reverberan en el uso práctico.

El científico es entonces, tanto en el mundo helénico como en su sucesor, el mundo islámico, el intérprete de lo divino, capaz de traducir al lenguaje humano (otra vez el concepto de traducción, de puente de encuentro entre la lengua divina y la de los hombres y de las mujeres) el misterio que se esconde detrás de nuestras miradas. Entender las reglas de la naturaleza y llevarlas al kitab es por esta razón la demostración de que el universo tiene una lógica y que la ciencia, en tanto interpretación, es quizás uno de los oficios más importantes al que se puede dedicar el ser humano. 


post scriptum : con la cuestión de lo divino no se quiere aquí afirmar que existe un creador. Es el concepto lo que nos interesa, o sea la presencia de una relación entre la divinidad entendida por la cultura helénica y la divinidad entendida por la cultura islámica, dos concepciones, estas, que no llegan al mismo resultado siguiendo dos caminos distintos, sino que son una causada por la otra a través de influencias históricas (o sea culturales y geográficas). La ciencia islámica, entonces, parte de una concepción del universo en tanto creación divina y en tanto, por esta razón y siguiendo el concepto helénico, elemento de estudio y de análisis. Hay que notar que presuponer que el universo ha sido creado por una(s) divinidad(es) no implica que se pueda o deba analizar; el hecho de que los científicos islámicos se encontraran en la posibilidad de analizar y comentar (como se hace con los hadith) el universo se debe a la manera de concebir la ciencia en el mundo helénico del que el Islam es en parte descendiente directo.  

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