11. Ciencia y Género_Tarea 2

En cuanto parte de una sociedad y de una cultura específica, y, sobre todo, en cuanto parte de la especie humana, resulta ser de primera importancia el trabajo que llevamos a cabo los profesores y los maestros de cualquier tipo de materia que enseñemos, no solo en el marco de la clase (el aula en la que nuestros estudiantes transcurren parte de su vida), sino también en las reverberaciones que se suponen tienen lugar fuera de los bordes de lo académico. Hay que notar, entonces, cómo en el vídeo algunas de las entrevistadas hablan de la importancia de haber tenido profesores y profesoras capaces de transmitir el amor por su materia y, gracias a esto, de abrir paso a una serie de consideraciones individuales en las que el sujeto logra deshacerse de unas posibles constricciones mentales y dejarse así llevar por el concepto de “intenta dar tu opinión y compárala con la de los otros seres humanos”. Se trata, en otras palabras, de la importancia de crear un contexto en el cual cada persona es valorada no por elementos ininfluyentes como el sexo o el género, sino por sus aportaciones intelectuales, por su conocimiento y por su voluntad de entablar un diálogo provechoso no solo con el conjunto de especialistas, sino también con los que se asoman al tema por simple curiosidad. Minusvalorar unas opiniones solo porque provienen de miembros de un género o de un sexo particular significa, entonces, no haber comprendido el valor liberatorio de la educación y, en este caso, de la ciencia. Es por esta razón que nuestro deber en cuanto formadores de futuros ciudadanos y ciudadanas no puede alejarse del reconocimiento de la igualdad entre nuestros estudiantes y de la necesidad de establecer unos cánones de evaluación de las aportaciones según patrones más democráticos y mejor ajustados a una sociedad y a una cultura que se basa más en el estudio y en el análisis, y no en el sexo de la boca que nos ofrece su voz.

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